domingo, enero 27, 2008

NOVELA FANTÁSTICA

Desde el año 1998 aproximadamente, a mediados del mes de Mayo, durante una visita de mi sobrino Christofer a casa, surgió la idea de escribir esta historia. Me había nutrido a lo largo de varios años de la literatura fantástica y épica de J.R.R Tolkien, de cuya fuente bebí con gran placer. Los cuentos de Edgar Allan Poe y sobretodo, los relatos míticos de Homero, La Ilíada y la Odisea. También habían llegado a mis manos libros curiosos, acerca de la genealogía de algunos nombres míticos en Europa y Asia.
El germen de la historia era una idea fantástica, en la acepción más fiel de la palabra, y estaba cimentado en el título de un cuento corto que escribí hace muchos años. Ese cuento se llamaba “La Vuelta del Mago”; y ésa era la idea principal de esta historia, ricamente nutrida con todos los elementos de la mitología frugal de mis autores preferidos.
Con esa premisa en mente comencé a escribir algunas notas. Quería estructurar mi relato, crear un universo, y quería que la historia transcurriera a lo largo de un tiempo bien definifo. Tomé prestados personajes del bagaje mitológico clásico, pero quise dotarlos de una nueva piel; quería que los seres fantásticos que aparecieran en la nueva historia le dieran un carácter épico, un sentido trascendental, como vasos comunicantes de la narración.
Fueron muchos años de trabajo, que aún hoy siguen siendo parte de mi labor como escritora. La Verdadera Historia de Atlante se convirtió pues, en el retrato de una nueva Leyenda, el testimonio de las hazañas de un héroe y la aproximación a un mundo nuevo, donde las leyes y los seres actuaban de acuerdo a coordenadas míticas y heroicas.
No fue fácil para mí encontrar el verdadero tono de este relato, porque la vida de sus personajes se iba desenvolviendo cada día de formas insospechadas. A través de ellos y sus conexiones, yo iba descubriendo ese mundo, más que creándolo.
Fueron varias etapas de germinación, evolución, clímax, receso. Períodos de recapitulación y revisión intensos; búsqueda de ecos e interacciones; pero sobretodo, de revelaciones. Cuando el trabajo quedó terminado de forma definitiva, aún me reencontraba con los personajes, aún prevalecía el diálogo con la historia y con los protagonistas. Aquella historia abrió camino a otra y otras. Sin darme cuenta volví a escribir. Un nuevo mundo había nacido y había mucho que contar acerca de él.
La segunda parte de la trilogía que tenía en mente se abrió paso entre las teclas, clamaba por salir, por hacerse fuerza evidente entre las letras. Era la historia de la generación venidera, de la nueva esperanza a un mundo que resurgía de sus cenizas, como el Ave Fénix. El Rey de los Ebres me llevó quizá menos tiempo para traducirlo desde el universo de lo simbólico a la narración literal. Porque ya el ambiente estaba estructurado, reconstruido de su pasado; los antecedentes estaban claros, era una marcha hacia delante. Una historia más amplia, pero no más compleja, sólo mejor conocida. Un año o dos me llevó escribirla, y está allí, pasando su etapa de reposo. Pero segura de haber traspasado el escaño más difícil, el de la interpretación.
Al principio, comenté que se trataba de una trilogía. La idea, a medida que la historia crecía se convirtió en eso, en un compendio antológico. Pero esa tercera parte aún no llega. Flota en medio de lo mitológico, en un pasado tan remoto que serán necesarios varios años y los más sofisticados conocimientos de arqueología literaria para escarbar y hacer el hallazgo.

La siguiente sinopsis revela la trama y la esencia de ese universo descubierto en las profundidades del Inconsciente. La acompañan algunas anécdotas que afloraron a lo largo del proceso de trabajo.
Se las dejo con mi más sincero deseo de que esta historia les embarque en una aventura inolvidable.
Ver el book trailer en youtube:

1 comentario:

Lix dijo...

Que bueno tu blog...

Me pico la curiosidad tu trilogia...

Quizas un día de estos me convierta en tu lector...

Me fascina la literatura fantástica ;-)

Es un placer leerte (literalmente)

un abrazo.

Lix.