jueves, abril 13, 2006

POEMA


Escucho los buenos consejos y las razones sensatas, pero mi cabeza engulle las palabras tan pronto entran en ella.
Tengo un daimon, un genio advenedizo y peligroso rondando mi alcoba día y noche. Le descubrí, jugaba conmigo, pero ahora juega a través de mí.
Es un forastero en mi mente, pero no en mi cama. Tiene cuernos tan grandes como ramas y velludas patas de cabra.
Antes venía a retozar a mi lado y aullaba como los lobos bajo la luna llena. Yo sonreía incrédula, estaba hechizada.
Ahora es suave y transparente, está pegado a mis contornos como una sombra. No me suelta, no me dejará!Miedo me daba entonces pero ahora temo por los otros, que entran en su oscura cueva creyendo seguir a una Ninfa


En este vaso cerámico de figuras rojas podemos apreciar un sátiro que baila al son de una música frenética en uno de los ritos dionisíacos, en los que los participantes danzaban y bebían hasta degenerar en auténticas orgías

QUIEN ES EROS






De acuerdo con los mitos griegos, encontramos por primera vez a Eros en el mito de la creación según Hesíodo: “En el principio era el Caos... luego, apareció Gea, la tierra... y finalmente, Eros, <>”[1]. Para algunos, Eros era una personificación de una fuerza cósmica, cuya tarea consistía en organizar los elementos del universo. Ponía la armonía en el caos y era el hijo de Afrodita, la diosa del amor, la belleza y la armonía. Según la escuela de Jung <>; representa entonces, la interacción del principio femenino de la tierra con todas las criaturas.



Así es como vemos su actividad –como principio arquetípico-, en todos los seres (y sus relaciones). Como agente activo de un principio femenino, Eros está presente en nuestra psique humana en formas tan diversas de comportamiento que se relacionan específicamente, con lazos o vínculos que generan rituales de comunión y solidaridad; como la acción de compartir la comida, rito que Jung explica como una de nuestras principales experiencias, de nuestro principio femenino de interacción, (Feminine principle of relatedness).


Eros reaparece en nuestra vida precisamente, en detalles como compartir la comida. Un amigo muy especial solía llamarme con cariño: compañera. No podía evitar notar el acento afectuoso de mi amigo al llamarme así, y un día me explicó que compañera significa, la que comparte el pan. Bien pude comprender, a partir de entonces, la connotación erótica de esa sencilla expresión; pues en ella se encierra más allá de su significado, el poder de vinculación que pretende[2]. Allí está actuando el principio de interacción de Eros, en su estado puro y femenino; el de unir y compartir.

Encontramos el significado de esta propuesta femenina y utópica en las palabras de Eva Figes en su libro "Actitudes Patriarcales": “para el hombre… compartir tiene un solo significado: ceder… y el último bastión que cederá el hombre es la conciencia de su propia superioridad”. Queda anulada así, la Unidad a la que aspira este altruista principio femenino.


Vemos por otro lado, que Eros es el principio (masculino) que tipifica a todas las diosas, según Jung; y es aquí donde la diosa más importante de todas expresa sus dones, la diosa Madre Naturaleza. Vemos que ella es creadora, además de sostenedora, y que todo en su reino está entrelazado con todo lo existente en el cosmos, creado por ella. (Es el principio en que se basa el personaje de Balá-Balám[3]. Y la diosa madre primitiva de las primeras civilizaciones humanas).


Desde ese punto, Eros es un oscuro principio del inconsciente, del seno maternal de la Madre Naturaleza. Allí está el caos, donde las cosas no tienen diferenciación; puesto que todas ellas están “entrelazadas como en un sueño ligero”. Por eso, Magda Catalá nos recalca que la idea de compartir es una “razón femenina carente de fuerza motriz... una razón que no tiene historia propia y se confunde fácilmente, con... los sueños que soñamos en nuestros ratos de ocio”.


Como principio inconsciente de la Madre Naturaleza, Eros requiere hacerse conciente en esa indiferenciada y unificadora inter-conectividad que es el cosmos. Eros es el principio que busca la armonía, unificación y comunión de todas esas formas creadas y mediante su unión, se hace conciente.


Ser mujer, para el inconsciente, es ser diosa[4]; -dice Magda Catalá-. Y ya que no podemos reprimir el inconsciente, es sabio entonces, permitir que Eros se exprese; pues es la energía de la Diosa Madre la que se expresa uniforme (y armonizada) a través de él[5]. Esta intuición sobre la inhibición de la manifestación creativa de Eros como principio que tipifica a la Diosa Madre, y por ende, su expresión femenina en relación con todas las cosas; tiene un retrato realmente desalentador en culturas patriarcales, como la occidental Judeocristiana y la musulmana, donde existe la creencia hereditaria que implica a la divinidad únicamente como ente masculino y donde: “El Padre, el cielo, Logos es bueno y La Madre, la tierra y Eros son malos”[6].


Aquí se confrontan dos principios opuestos y antiguos arquetipos de la psique humana. Por un lado, el activo y masculino, aunque por naturaleza, creativo principio enteramente femenino, Eros. Y por otro, el principio Logos Padre “que arroja una luz solar y celestial sobre las cosas en la oscuridad”. Y ya sabemos que la oscuridad proviene del inconsciente. Uno permanece en el depósito oscuro y caótico del inconsciente, buscando el modo de manifestarse; mientras el otro domina todo el terreno, negando al principio femenino y terrenal de la Gran Madre diosa, rechazándola y no respetando lo que ella representa. Y como resultado de esta represiva hostilidad de Logos, nos convertimos en una ambigüedad: “el yo que reconozco me resulta demasiado estrecho... y el yo que desconozco, al que por razones de seguridad mantengo oculto y prisionero, se convierte en un salvaje; como le ocurre a cualquiera condenado al aislamiento y la incomunicación”[7].


Las acepciones que ofrece el pensamiento occidental a ambos principios, suelen presentar divergencias. Si bien es cierto, que la cultura Judeocristiana es actualmente, el pensamiento imperante y que dicta Logos, como principio masculino y reinante, y por tanto, sinónimo de todo lo bueno; es interesante destacar que la génesis del pensamiento occidental tuvo su lugar en la Grecia clásica de Platón, y que fue este filósofo quien nos dio los primeros esbozos sobre estos principios arquetípicos o fuerzas cósmicas.


Para Platón, Eros representa la fuerza interior que arrastra al hombre hacia todo lo que es bueno, bello y verdadero. Esta acción vertiginosa de atracción resulta en la calidad de erótico; de la que se desprende, entre otras manifestaciones, la unión sexual entre hombre y mujer. Es, una vez más, comunión entre los distintos aspectos de la vida.



Atracción es también deseo y su deseo convierte a Eros en divino; puesto que lo suscita, mas no lo padece (Según Platón, los dioses no aman porque no tienen deseos; pueden ser objetos, pero no sujetos del amor. -El Banquete 200-201); sólo la mediación de Eros permite el lazo de una relación. Hay quienes afirman según esta hipótesis que Eros no es todavía un dios, sino un intermedio (Daimon) cuya principal característica es persistir en el deseo, la atracción vertiginosa por el otro.


Esta atracción erótica (o deseo) se expresa, -como fuerza cósmica que es-, en la unión a la materia ( u objeto del deseo) o sea, el cuerpo (humano). Platón describe las etapas de tal influjo de Eros: este eleva al espíritu del hombre de la belleza de un cuerpo singular a la de todos los cuerpos por lo tanto, a la belleza de la ciencia, y finalmente a la misma idea de belleza. (cr. El Banquete, 211, La República, 541). Eros como fuerza o principio de la psique (femenina) expresada en un cuerpo (soma), se unifica y se eleva.


Magda Catalá nos recuerda que “Ella (la diosa Madre Naturaleza) es el cuerpo que nos provoca... nuestra necesidad de ella era absoluta; era deseo...”[8]. Y finalmente, Madre en latín deriva de Mater, materia.


Eros rige las relaciones entre los contrarios, que se extienden a todos las criaturas del universo; lo cual lo convierte en fuerza cósmica de adhesión, cohesión y unificación de los opuestos (Amor, al fin). Para hallarla fuera de nosotros, es necesario reconocerla dentro de nosotros. Para reconocerla hemos de entenderla y para ello, hemos de unificarla, -las formas que están afuera con las que están adentro-, a través de la manifestación de la actividad de Eros, en su deseo de unión con el Otro.



Notas:


[1] Del libro Magia griega práctica, de Murry Hope.
[2] “It produces in later life such an erotic phenomenon of food sharing… the ritual of communion… it’s understood that ones does not share food with one’s enemies… it is partaken only with those for whom one feels a certain bonding”. Jung to live by. The opposite sex inside and out.
[3] La Diosa Madre Solar a la que invocaban nuestros ancestros en busca de auxilio y protección. La diosa que dio nombre a los remotísimos Celtíberos, antepasados de los Moritanos. -El Arka de Noé. –Rivero San José.
[4] En la joven que se hace mujer se produce un cambio que es algo sagrado, pues a partir de ese instante, ella se asemeja a la Madre Tierra. -Magda Catalá. -Reflexiones desde un Cuerpo de Mujer, pag. 85.
[5] “If we do not allow her to express through us the Eros Principle of instinctual friendliness, bonding and oneness… she manifests in our psyches with a vengeance and compulsive… materialism.. which is a display of how much Logos power we can wield”. Jung to live by- The opposite sex inside and out.
[6] Ídem.
[7] Magda Catalá, Reflexiones desde un Cuerpo de Mujer. Pag.58
[8] “Reflexiones desde un cuerpo de Mujer”. –Magda Catalá, pag. 94, La Madre Carne.