miércoles, abril 10, 2013

En la Cueva de la Diosa Oscura




Era una noche sin luna, llovía como si el cielo fuera a abrirse en canal  y el agua caía a cántaros sobre la tierra. En una recóndita cueva una mujer, una bruja, o una sacerdotisa de la Diosa cantaba sus encantamientos sobre un gran caldero hirviente, y sus manos pálidas vibraban despidiendo destellos de luces hacia el brebaje rojizo y ardiente.

Era una cueva oscura pero cálida, tan sólo iluminada por los fuegos bermejos de las llamas que alimentaban el caldero; una gran olla, la aleación entre Marte y Venus, el hierro y el estaño.


Los truenos retumbaban como voces rotundas y cavernosas sobre la piedra hirsuta de la cueva. La entrada a la caverna tenía la forma de la vulva de una mujer joven, con dos compuertas altas y detrás de ellas, una columna amplia que servía de resguardo a los fuertes temporales. A los pies de la columna una pantera negra, apostada y sigilosa resguardaba la entrada. El espacio interior no era demasiado amplio, pero la luz palpitante de la hoguera le daba un aspecto de solemne profundidad.


En el medio de la estancia la bruja vigilaba el caldero y un círculo de llamas los rodeaba. Un minino negro de ojos ambarinos saltó desde una cornisa adelantada y fue a apostarse entre unas mantas y unas cestas de paja, arrinconadas al fondo de la cueva. Y un pájaro negro de mirada penetrante, un cuervo de largas plumas azuladas revoloteaba sobre los hombros de la bruja.


De sus labios salieron aleteando fuertes palabras imposibles de repetir, y la bruja quedó desnuda en medio del círculo en llamas. Su cuerpo se tornó de pronto, escamoso y brillante, como el de una serpiente marina. Y la bruja circundó el caldero varias veces, en deosil, tornándose a veces, mujer y a veces, sierpe. Entre sus piernas, una escoba de madera de sauce acontecida de ninguna parte, la alzó en vuelo de improviso, hacia el techo de la cueva; mientras los tres animales la contemplaban atónitos.


Ella voló sobre su escoba remontándose hacia cielo abierto, en una noche oscura y estrellada, una noche sin luna. El marco del firmamento dibujaba su hermosa silueta recortada en vuelo rasante, sobre la faz temblorosa de la luz astral. Viajaba en vuelo meteórico, cada vez más alto. Y sobre la escoba ella cerró los ojos, abrió las piernas y extendió los brazos, con las manos en el gesto de la unión. Ella estaba volando dentro de su vuelo, en una dimensión más elevada.


Ella se vió a sí misma corriendo por el bosque bajo aquella luz astral; pero su cuerpo de mujer era ahora el de la pantera negra, la guardiana de las puertas de su cueva. Y la pantera corría, corría sin cesar guiada por su instinto; ella había olfateado a su presa. Sabía donde encontrarla, la acechaba en el silencio profundo, en la oscuridad nocturna de su naturaleza solitaria. Entonces, sus pequeños ojos amarillos agazapados detrás de un matorral, encontraron lo que había estado buscando toda la noche.


Su víctima estaba recostada junto a un estanque, era un hombre joven; quizá dormitaba desprevenido, ignorante de la suerte que le aguardaba, presta a abalanzarse sobre él, a sus espaldas. Estaba tan cerca de él que podía sentir su aliento. Se había aproximado sin ser descubierta, pero cuando el hombre por fin se dio cuenta de su presencia ya era demasiado tarde. La pantera estaba sobre él y lo miraba fijamente; él sentía su respiración caliente rozándole el cuello.


Entonces, él despertó. Estaba angustiado, nervioso, y sudaba profusamente debido a la pesadilla. Todavía era de noche, pero al aventurarse a dormir a la intemperie, la luz astral le había jugado una mala pasada. De modo, que decidió avanzar en la oscuridad hasta encontrar un lugar adonde poder refugiarse. Escuchó una conmoción cercana, algo como la voz de una mujer joven que cantaba. Sintió curiosidad por saber de dónde provenía aquella voz femenina y grácil que cantaba una canción embelesada en medio de aquella noche fantasmal.


Aquella melodía le traía vagos recuerdos, que el joven no sabía muy bien desde qué lugar de su memoria le llegaban; sentía como si aquel canto hubiese abierto de par en par, memorias dormidas desde los tiempos más antiguos de la tierra. Guiado por aquella voz, el joven avanzó en medio de la noche, hasta que sus cautelosos pasos le llevaron a un claro en medio del bosque, un círculo de arces muy, muy antiguos.


En el medio de aquel círculo vegetal había una mujer de piel muy blanca, tan blanca como la luna ausente en el firmamento. Su rostro era perfecto, sinuoso y terso como una figurilla de porcelana, y sobre su frente amplia una luna negra y creciente se bordaba. Su cabello largo le corría por la espalda, como un manto de seda de oscuro azabache. Ella estaba desnuda completamente. Al verla, el joven se dio cuenta de que él tampoco llevaba puesta ropa alguna.


Ella movía los brazos en un movimiento suave, meciéndolos en sutil vaivén, al ritmo de sus cantos. Entonces, él decidió acercarse; al principio lentamente y después, con paso firme y seguro. Cuando había llegado a unos pocos pasos de ella la llamó, dispuesto a halagarla con bellas palabras de trovador; pero la voz no le salió de los labios, y sin embargo, ella lo sintió.


Él estaba turbado; ella se había dado cuenta de su presencia, pero él no era capaz de halagarla con dulces palabras, como se había propuesto, para conquistarla. La joven se levantó lentamente y lo observaba impávida. Recorrió con sus ojos negros y enormes toda su naturaleza viril y luego, sonrió. –Ven –le dijo-. Pero el joven queriendo responderle no fue capaz de decir, aunque pensó: -¿a dónde? Y ella comenzó a correr.


Corrió como una gacela juguetona y espabilada, y detrás de ella corría el mozo, cada vez más alebrestado, a cada zancada de la carrera. Ella reía y corría cada vez más a prisa, sin que aquel joven enamorado fuera capaz de alcanzarla, pero algo en él se estaba despertando, y se erguía impetuoso entre sus piernas. 

La fina melodía de una siringa serpenteó en el aire, la noche vibraba como una hoguera de llamas negras y plateadas. La luna oscura se reía tras su velo de sombras. Sus piernas de hombre de pronto, tornaron en las pezuñas peludas de una cabra; y sobre su cabeza dos cuernos se erizaron orgullosos, y aquella niña que corría de él, sólo jugaba y lo llamaba con voces tiernas: ¡Pan!


Como una fiera impetuosa el joven finalmente la alcanzó, la sujetó entre sus brazos y ella cayó rendida, sin la menor resistencia. Entonces, el muchacho vio la entrada de la cueva de la Diosa Oscura; sus puertas estaban abiertas. Él quiso entrar, y él entró. Al principio, con sigilo, después con firmeza. Ella se estremeció. Él escuchó sus fogosos gritos, extáticos, que provenían desde la oscura caverna de su vientre palpitante.


La sujetó con fuerza entre sus brazos y descubrió que él mismo había dejado de ser esa especie de monstruo, mitad hombre, mitad macho-cabra; había recobrado su forma.


Cuando cesaron los gritos de placer de aquella ninfa traviesa, él se echó sobre ella exhausto. Jadeaban ambos en un mismo pálpito, sobre la hierba humeante, bajo la luz cósmica y letárgica de la constelación de Pegaso.


El muchacho dormía y era hora de regresar, la luz del alba pronto arroparía sus cuerpos y la bruja debía regresar a su cueva, antes del amanecer. Se irguió sobre sus dos piernas y nuevamente, vio su cuerpo; que había cobrado la forma de la pantera negra. 

Corrió y corrió sin cesar por las colinas, hacia la cueva, en las inmediaciones de la tierra. Y allí permaneció hibernando junto a Lilith, la Diosa Oscura, hasta que la Rueda del Año giró una vez más, y la tierra despertó a los fuegos de Beltán.


Nota de la autora:
Inspirado en la Diosa Lilith, para esta noche de Luna Nueva en Aries, 10 de abril de 2013





lunes, abril 08, 2013

Mi Libro de Sombras: Enseñanzas de mis Guías Espirituales. Las Esferas y El Magnetismo






23 abr. 2009
Para entrar en sintonía con las enseñanzas de mi guía Anastrela en estos últimos días, y que no muy prudentemente he olvidado reseñar, recuerdo su respuesta ante mi sempiterna pregunta acerca de la ausencia de mi compañero. La respuesta nunca se me había planteado de esa manera, de muchas otras variadas formas sí, pero no de ésta. Para Anastrela la respuesta estaba en Las Esferas
A continuación, reseñó una serie de instrucciones y me dijo que Las Esferas tenían que ver sobretodo, con el Principio del Magnetismo que, sabiéndolo yo o no, yo poseo en abundancia –aunque no bien canalizado del todo, por lo que pude deducir-; las sugestiones, las conexiones neuronales, las visiones propias o prestadas de las que ya me había instruido, entre otras cosas.
Para Anastrela era de vital importancia que yo comprendiera cómo funcionaba el Principio del Magnetismo y para eso era indispensable que pudiera comprender el concepto, mucho más complejo de las Esferas. Me instó a que recordara, de mis clases de historia de la Filosofía, la Teoría cosmológica de las 55 Esferas de Aristóteles, respectivas a la estructura del universo y me dijo que efectivamente, aunque no bien comprendida, esta estructura del universo se puede extrapolar a otros niveles de la realidad, especialmente en lo concerniente al manejo de las energías.
El número de esferas no está claro, puede ser mayor al de 55, pero no estaría segura en decir, que es un número infinito. El caso es que sin entrar en el tema del karma, Anastrela me explicó, que de acuerdo con el uso de su energía vital, las personas se mueven en una u otra esfera, de acuerdo con sus tendencias, conexiones neuronales, visiones de la realidad propias o prestadas, sugestiones, creencias y, especialmente, su poder magnético. Como los niveles en alguno o varios de estos aspectos difieren en relación con los sujetos y sus tendencias, estos se mueven en distintas esferas y probablemente, es muy posible que no lleguen a establecer contacto, a menos que uno de ellos o ambos decidan cambiar de esfera.
El mecanismo de funcionamiento de las Esferas, es incluso más complejo de lo que he sido capaz de acotar aquí, pero todavía lo es más, ese proceso misterioso, a través del cual se realiza una operación como el cambio de una esfera a otra. Podría decirse que comienza con un evento que podríamos denominar “cambio de paradigma”; porque tiene que ver con la transformación integral de todo un sistema orgánico, o al menos, ésta es la idea que sobrevive a la intrincada explicación de Anastrela. 
Una persona que decide cambiar de una esfera a otra, por lo general lo hará con el propósito de mejorar, es decir, de incrementar su energía o poder magnético. Pero sobretodo, para poder realizar este paso, es indispensable conocer las propias circunstancias, reflexionar pues sobre nuestra vida actual, (no pasada, o en todo caso, el camino que nos ha llevado hasta donde estamos ahora); eso es muy importante, saber cuáles son nuestras condiciones presentes, dónde estamos (algo en lo que mi maestro de Dzogchén hacía hincapié con frecuencia, en sus enseñanzas). Cuando sabemos esto, que es lo fundamental, podemos comprender mejor el mecanismo de las Esferas.
Es posible y suele darse con frecuencia, que el cambio de Esferas se dé por ciclos, de forma más bien natural, cíclica; con lo cual muchos de los eventos que experimentamos como críticos, tal vez sólo sean síntomas de ese cambio entre esferas. Pero la idea central de las Esferas tiene que ver, como Anastrela hizo hincapié, con el Principio de Magnetismo y por eso también, es muy importante que seamos capaces de comprender cómo funciona este principio per sé y cómo funciona en nuestras vidas; es decir, cómo manejamos la energía magnética. 
Cuando somos conscientes del propio manejo de la fuerza magnética, muchas cosas se nos vuelven especialmente claras a la vista de nuestra vida actual, nos hacemos más concientes de aquellos de nuestros procesos mentales y emocionales que subyacen por debajo de la conciencia y de los patrones de nuestro proceder. Entonces somos capaces de decidir el patrón que deseamos desarrollar, de señalar la ruta que deseamos seguir, o qué nivel de las Esferas deseamos alcanzar.
Es un proceso que puede llevar años, pero puede estarse llevando a cabo paralelo a nuestro diario vivir, sin que seamos partícipes de forma consciente, hasta que de repente… Zas! Algo esencial ha cambiado. Ya no nos sentimos igual con respecto a nuestro pasado reciente y hay una urgencia por dejar algo atrás. Vemos que estamos construyendo, si no está construido ya, un “nuevo paradigma” de vida y que estamos actuando y sintiendo de acuerdo con ese nuevo patrón. 
Pero como todo proceso, al principio, hay un período de reajuste, durante el cual, el ser se acomoda al nuevo estado, a la nueva esfera, y experimenta por primera vez, los cambios en sí mismo, del manejo de la energía. Todavía tendrá que lidiar con algunas resistencias del período anterior, pero éstas, poco a poco, y a medida que el ser se va integrando en el nuevo estado, irán perdiendo influencia, hasta que finalmente, desaparezcan por completo.
Todavía no me ha explicado Anastrela profundamente el comportamiento de la fuerza magnética, pero es algo que puedo reflexionar por mí misma con los conocimientos que poseo y la propia experiencia en el manejo de esa energía en mi vida; creo que ése era en realidad, el propósito de Anastrela, que fuera capaz de sacar mis propias conclusiones en base a mi propia experiencia y conocimientos. Y en todo caso, si tuviera alguna pregunta al respecto, podría siempre contar con su respuesta.
En resumidas cuentas, Anastrela me explicó que mi compañero y yo no estamos juntos porque nos estamos moviendo a diferentes escalas entre las Esferas y dado que uno de los dos debía cambiar de Esfera para coincidir con el otro, y dado que era yo la que estaba recibiendo esta instrucción, era evidente que se trataba de mi propio proceso de cambio entre esferas, es decir, que tenía que ser yo la que diera el salto. Y el modo de hacerlo es lo que he explicado de la forma más clara posible un poco más arriba. 
Pero Anastrela no me dio instrucciones precisas, ni mapas, ni nada de eso, (aunque algún mapa apareció durante su instrucción referente al encuentro con mi compañero, pero del que no me ha hablado aún); sólo insistía con vehemencia que me abriera y confiara en el Padre Cielo, Ouranós, como ella le llama y que le permitiera llenarme de su plenitud. De modo, que desde hace un par de días y con ese propósito he comenzado una visualización de apertura hacia el cielo abierto. Ella insiste en que todas mis peticiones las dirija siempre a él, al Padre Cielo, Ouranós, y que descanse confiada en su provisión.
Sin embargo, debo ser honesta y reconocer que tengo problemas con el tema de la fe y que ahora mismo estoy intentando aprender primero a relajarme, porque creo que mi falta de fe se debe, especialmente a esa tendencia aprendida en mi familia biológica a tener miedo de todo, especialmente de nuestra propia buena suerte. Es decir, a no confiar jamás. 
Como estoy en proceso de “descascarillamiento” y “pérdida de la vieja piel”, ese paso me está llevando algo de tiempo. No obstante, considero de gran ayuda el poder trabajar con herramientas como el Método para los actores de Stanislavsky, conducente a la suspensión de la incredulidad. Lo que me hace rescatar buenas y sanas memorias de mi confianza en el poder del Cielo o del Espacio.
Quiero decir, que la fe no es algo que uno pueda manipular sin ser conciente y ahora comprendo que esa fe tiene mucho que ver con el Principio de Magnetismo en el que tanto insistía Anastrela. Aquello en lo que realmente creemos es precisamente lo primero que manifestamos. Creer o tener la convicción de que realmente, un evento u objeto se va a producir “de la nada”, es Magnetismo, es trabajar con ese tan cacareado Secreto y Poder de Atracción del que los pseudo-filósofos de la modernidad tanto alardean haber descubierto. En realidad, no han descubierto absolutamente nada, salvo que se han dado cuenta del proceso, en virtud del cual todo tiene su lugar en el multiverso.
Mi primera reflexión había sido que la fe no es algo que uno pueda manipular, pero en seguida, comprendí el principio tras el cual se sustentaba la vehemencia con que Anastrela me sugería abrirme al Padre Cielo, Ouranós; y automáticamente, me decanté por la conciencia como clave de este mecanismo. Una especie de conciencia sutil, es decir, no manipuladora, que comprende, conoce y se da cuenta, pero que participa pasivamente en el proceso de Magnetización. Y para que no exista ni el más mínimo atisbo de manipulación, ciertos procesos inherentes a la conciencia tienen que desactivarse, y el principal de ellos es el pensamiento discursivo
No hay mucho, en realidad, nada qué pensar en relación con este proceso. Se hace y se deja actuar, como cuando echamos pomada en una irritación cutánea, no estamos removiendo para ver cómo actúa la pomada para hacer desaparecer la irritación, porque hacer eso no servirá de nada en la curación. El agente activo no está en el escrutar, sino en la pomada. Por obvio que parezca.
El agente activo en el proceso de magnetización es la fe: creemos en verdad que lo que estamos haciendo: oración, meditación, ritual mágico, dará unos resultados, y de hecho, siempre los da. La conciencia es en este proceso, un mero agente pasivo, un observador. Pero su presencia, no obstante es indispensable para la psique. Si no nos damos cuenta de que las cosas pasan es como si no pasara nada, no hay entonces aprendizaje y por lo tanto, no hay crecimiento verdadero. Y el propósito fundamental en este proceso de Magnetización es sin duda, que haya crecimiento, evolución; de ahí la estrecha vinculación entre este Principio del Magnetismo y las Esferas.
Ahora todo este proceso de instrucción por el que estoy pasando junto a Anastrela, está empezando a cobrar algún sentido para mí. Porque desde lo más profundo de mi corazón y con toda la honestidad que me caracteriza, admito que en ocasiones, siento todavía la aprehensión de estar perdiendo un poco la chaveta, de que ni siquiera, esté siendo del todo conciente de la realidad y todos esos temores ancestrales que me han acosado a lo largo de toda mi vida. 
El hecho de que yo pueda escucharla, no en el sentido sensorial, sino interno, de sentirme conectada a su “persona”, a su “voz”, es algo que tiene sin duda, un grado importante de realidad para mí, mucho más de lo que lo tuvo en años previos. Porque Anastrela no acaba de aparecer este año, lleva años entrando y saliendo de mi conciencia, hablándome, contándome cosas que yo he tomado más o menos, con cierto interés.  Pero la coherencia que encuentro ahora en sus instrucciones me hace aumentar mi interés, sin embargo, también cierta prudencia subsiste en cuanto a tomarme demasiado en serio todo esto. 
Quiero decir, Anastrela siempre insiste en que no revele las características de sus instrucciones mágicas o filosóficas o psicológicas, etc. (El rango de su instrucción es bastante amplio). Pero no creo que lo haga por el hecho morboso de mantener oculto algún secreto ancestral, sino básicamente, por cuidar mi reputación  sen cuanto a mi sanidad mental, para conmigo misma y la realidad que me circunda. Ella no ignora ni yo tampoco, las abismales diferencias que se levantan como muros colosales frente a la realidad de nuestro encuentro en los predios de la imaginación, y esa otra realidad que la física cuántica llama espacio entre átomos, que parecen muy concretos y reales. Es decir, la realidad de a pie.
Su actitud preventiva obedece sobretodo, según puedo prever, a un respeto innato por el equilibrio de la naturaleza. Ahora mismo, me está dictando de forma más bien, informal estas palabras que estoy redactando en este preciso último párrafo. Como  me encuentro receptiva hacia ella, escucho su voz con más claridad. Ella me dice que sabe y yo también, por consiguiente, que en el Oliberzo, -a mí me agrada llamarlo así-, subyace un orden, un patrón de coherencia más bien, entre el Caos y el Orden, que como explicaba Heráclito, se dan simultáneamente en el Universo. Y esa coherencia es el principio del equilibrio de la naturaleza. De modo que cuando centramos nuestra atención y energías en algo, que como yo lo entiendo, pertenece a cierto grado de la realidad, significa que en otro lugar del universo estamos activando el opuesto, con el cual se encuentra relacionado de forma natural, pues el universo no es algo estático, sino un organismo vivo. Esta es la base de los principios de la naturaleza: que nos hayamos inmersos, formando parte vital de un organismo que goza de vida, por sí mismo, pero no de manera independiente. Y también, está presente en los fundamentos del electromagnetismo.
Todo está interconectado, no podemos aislar nuestra acción y pensamiento del resto de lo que conforma la realidad, en sus distintos niveles, sólo podemos aprender a manejarnos dentro de esta coherencia. Todo intento o propósito por sustraernos a la realidad, en cualquiera de sus grados, sólo precipitará -pues esa es otra forma del comportamiento del Principio del Magnetismo, la fuerza electromagnética-, su contrario. Y es de suma importancia tener esto en cuenta.
Me viene a la mente la imagen de un surfista vadeando las olas del Océano. Somos como surfistas sorteando las grandes o pequeñas olas del Océano de la Vida. Para algunos, el éxito puede consistir en llegar a salvo a la playa; y para otros quizá, sólo consista en el gozo de la hazaña.
Anastrela me previene contra el tornarme demasiado seria con estos temas. Muchas de las prácticas que llevo a cabo actualmente, por su orientación son sobretodo, conducentes a estimular la energía gozosa de la vida, a experimentar la dicha de estar vivos. Aunque yo siempre he anhelado “recuperar” esos poderes mágicos, que desde algún rincón recóndito de mi subconsciente creo haber ostentado en algún momento de mi experiencia vital, me parece presentir en las instrucciones de Anastrela, que ese propósito quizá no sea lo más importante. 
Todo ha de llegar, en tanto sea necesario para nuestro pleno desarrollo.