Tras una lectura concienzuda del texto en referencia, me dediqué a la elaboración de un ensayo sinóptico que a continuación remito.
El presente ensayo se ha formulado en torno a una reflexión crucial, relativa a la polémica acerca del papel que juegan las ciencias sociales en la descripción de las realidades culturales. Dicha polémica ha puesto de relieve una marcada insuficiencia con respecto de los recursos de los que disponen estas disciplinas, debido en gran medida, a un cambio de orden mundial promovido por los imparables procesos de la globalización. En esta tesitura, los autores exploran y analizan en distintas obras y antropólogos, el desarrollo, el alcance y las implicaciones del método etnográfico, en la difícil tarea de encontrar modelos aptos de representación para las nuevas realidades cambiantes de las distintas culturas enfrentadas a esta transformación global.
La diversidad cultural y una visión crítica de nuestros propios modelos culturales eran las bases de la antropología del siglo XX. Una controversia suscitada por la aparición de dos autores y sus textos, puso en cuestión los métodos de la antropología y atacó directamente la retórica de los investigadores occidentales, la perspectiva sesgada del investigador que impide las distintas interpretaciones de lo otro cultural; y desacreditaron denodadamente, la autoridad de sus postulados científicos frente a la opinión pública. Los autores son Edward Said y su libro Orientalism, y Margaret Mead and Samoa, del antropólogo australiano Derek Freeman.
La tarea que los autores se han propuesto en el presente libro, versa sobre las posibilidades metodológicas de la antropología en la elaboración de una autocrítica satisfactoria de los modelos culturales de occidente, frente a la observación atenta y descriptiva de las otras culturas. Describen la actual crisis de representación, que cuestiona las ideas del positivismo hegemónico y el estilo en que éstas se han presentado. Hablan de una “crisis de las narrativas”, que desplaza la autoridad de las visiones totalizantes; de las limitaciones de las propuestas tradicionales y proponen a partir del método etnográfico, medios alternativos del discurso que proyecten una nueva comprensión sobre las realidades culturales. Los autores realizan un balance histórico desde los años 20 y 30 del siglo XX, cuando los modelos del evolucionismo, el marxismo y socialismo dejaron en evidencia su incapacidad para representar una realidad social holística; y la época de posguerra, cuando ese cuestionamiento cobra fuerza y plantea debates teóricos acerca de los problemas de la interpretación y sus métodos de descripción. La perspectiva parsoniana, con su visión funcionalista, pierde su influencia a partir de los años 60, y todas éstas se convierten en meras alternativas teóricas, que apoyan o son desechadas en las reflexiones críticas sociales.
Muestran el papel relevante de la etnografía, desde su establecimiento en los textos realistas de Malinowski, hasta la aparición de la antropología comprensiva. Destacan las diversas aportaciones de modelos de representación de la etnografía experimental contemporánea, en textos centrados en nociones como persona, que ponen de manifiesto niveles más elementales de distinción de la diversidad cultural. Ejemplifican la aportación que ha supuesto la tradición económico-política e histórica para la antropología; los modos en que diversos investigadores han abordado la experimentación de una retórica que permita encuadrar las culturas locales en el contexto de los macrosistemas desde perspectivas plurales, señalando sus distintas posibilidades y dificultades; la innegable influencia de las macroeconomías como el llamado “sistema mundial” en las comunidades locales; y cómo interfieren sus mecanismos sociales y políticos en beneficio o en perjuicio de los distintos grupos. La brecha entre la observación del momento presente durante el trabajo de campo y los modos, sutilmente condicionados por las convenciones tradicionales de la concepción del tiempo en occidente, en que los antropólogos han descrito a sus sujetos, les han negado a estos su propia contemporaneidad y conciencia histórica. Algunos experimentos etnográficos intentan deconstruir las viejas preconcepciones sobre los llamados “pueblos sin historia”. Son textos etnohistóricos que confrontan la memoria histórica de dichos pueblos, en un sentido temporal adyacente, con la memoria histórica contada por occidente.
Los autores realizan un sondeo del desarrollo de la crítica cultural, desde los primeros teóricos del siglo XIX, Marx, Freud, Nietzsche, sus textos críticos de las sociedades industriales europeas y las economías capitalistas; el período de entreguerras 1920 y 1930, y finales de los años 60, hasta nuestra época. Las nuevas formas de crítica cultural orientadas hacia la llamada “repatriación”, encuentran en los nuevos experimentos etnográficos un renovado estímulo. Los dos estilos vigentes en los primeros trabajos de crítica cultural, fusionados en el siglo XX encuentran una fuerte representación en la primera Escuela de Francfort, con representantes como Adorno, Marcusse y Walter Benjamin, que aportaron un nuevo paradigma de investigación, y un estilo de desmitificación y denuncia de la manipulación de los procesos políticos y económicos en Europa occidental. Se destaca la aportación del surrealismo francés, subversivo y relativista; la crítica documental en Estados Unidos, surgida en una sociedad desconfiada de los políticos y la manipulación de la información. Fue la época de la Gran Depresión económica, sensibilizada al realismo documental, y en la cual la crítica cultural antropológica tuvo sus máximos exponentes en los proyectos artísticos de WPA y la escuela etnográfica de Chicago. Se hace notar la aportación crítica de los discípulos de Franz Boas, como Margaret Mead, quien desarrolló el método de la yuxtaposición de patrones foráneos como crítica de las pautas de su propia cultura.
El desarrollo del método comparativo en la crítica cultural cumple un papel importante en la desmitificación de supuestos teológicos y posturas racistas, el reconocimiento a la pluralidad de perspectivas y el tono irónico que legó a la crítica del siglo XX. Los autores advierten sobre la preocupante persistencia de la idea de superioridad de la sociedad occidental frente al otro cultural, como herencia del pensamiento evolucionista y raíz de la antropología contemporánea. La crítica cultural desarrollada en Estados Unidos de estilo relativista, como denominador común de una sociedad de inmigrantes, y la crítica en Gran Bretaña, con el racionalismo como núcleo de una sociedad con tendencia clasista. Los etnógrafos ingleses, como Malinowski y Evans-Pritchard, cuestionaron esa racionalidad etnocéntrica, y demostraron su carácter relativo frente a otros modos de ordenación de lo social y elaboraron una etnografía liberal. La década de los años 60 planteó cuestiones de crítica cultural sobre temas más radicales, como los sistemas de poder y las relaciones de dependencia económica entre los países del Tercer Mundo y las sociedades poderosas.
La idea general de que la antropología actual está perdiendo su razón de ser, por una rápida desaparición de las culturas exóticas y la pérdida del interés en lo primitivo, motivada por una conciencia general de los grandes cambios que se están produciendo a nivel mundial, obligan a la antropología a revaluar y fomentar alternativas a su función crítica. Otros debates han sustituido la relevancia de lo exótico; como el discurso feminista o las diferencias entre blancos y negros. En todo caso, las perspectivas interculturales todavía pueden aportar material para un contraste comparativo, dado que las recientes etnografías experimentales demuestran que la desaparición de lo exótico no ha llegado a niveles en los que desaparezcan también, las diferencias culturales.
La lectura de este texto me ha sugerido una pregunta, que me parece inevitable, ¿hasta qué punto la globalización es un proceso natural y sostenible, capaz de transformar los modelos culturales en un modelo único? Me trae a la memoria, ciertas palabras del escritor inglés Aldous Huxley, en su libro Una nueva visita a Un Mundo Feliz, que me permito citar: “... Estos millones de personas anormalmente normales, que viven sin quejarse en una sociedad a la que, si fueran seres humanos cabales, no deberían estar adaptados, todavía acarician la ilusión de la individualidad; pero de hecho, han quedado en gran medida desindividualizadas. Su conformidad está derivando hacia algo que se parece a la uniformidad. Pero uniformidad y libertad son incompatibles. Uniformidad y salud mental son incompatibles. El hombre no está hecho para ser un autómata. Y si se convierte en tal, la base de la salud mental queda destruida”.
2 comentarios:
Gracias Olibana. Me viene fenomenal para un trabajo que estoy haciendo y no tengo acceso al libro directamente. Antonio.
Hola Antonio, espero que puedas aprovecharlo. Este fue mi trabajo de clase en relación con el libro. Gracias por entrar en mi blog y dejar tu comentario.
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