Hoy me
desperté pensando en la Diosa y elevé una plegaria a Hécate la Gran Madre de la
Sabiduría arcana.
Me
levanté de la cama y recibí a mi Luna Roja.
Silenciosa
me desplazo por la vida, de la mano de la Gran Madre; pues de Ella todos
provenimos y en Ella todos tenemos nuestro ser.
Mi
silencio es necesario. La Luna Roja ha bajado a entregarme sus secretos, pues
mis pies todavía demasiado graves, deambulan sobre la tierra agreste y
pedregosa.
La he
llamado para solicitar su guía divina, su consejo sabio y siempre propicio,
pues mi corazón taciturno necesita escuchar su Voz entre el murmullo confuso
del mundo.
La luna
oscura se ha marchado y ha elevado el velo tenue sobre la hoz rutilante de la
noche.
Mis
hermanas en los confines de la tierra se reúnen, para cantarle y danzarle en
círculos palpitantes.
Y yo
añoro esas ruedas mágicas para llevar mi conciencia más allá del miedo y las
apariencias.
Señora,
tú has aparecido al despertar; poco antes de que la aura tiñera las nubes con
sus manos encarnadas y piadosas.
¡Escúchame!
Tú que tan bien conoces el corazón de tus hijos e hijas.
Yo te
llamo, ¡Madre Divina!
Para que
me ayudes a dar el primer paso hacia un nuevo día, del resto de mi vida.
¡Hécate!,
la Oscura, la Dueña del Mar, la Tierra y el mundo subterráneo, atiende a mi
llamada.
Hécate,
siempre-presente, bienhechora, sé mi centinela en los nuevos caminos que el Hado
me señala.
Susurra a
mis oídos tus certeros consejos, para que conozca la diferencia entre lo falso
y lo verdadero, lo mentado y lo innombrable, la vigilia y el sueño, la relación
que los une y la que me une a mí con todos ellos.
Tú, mi
Luna Roja, Chamana, Curandera, Visionaria, sondea mis rincones oscuros y toma
mi mano para que pueda atravesar a salvo los senderos intrincados de mi alma.
¡Oh,
Madre de las Brujas, escucha mi plegaria!
¡Bendita
seas!